Me monto en mi tren llenito de personas que al igual que yo nos dirigimos al trabajo. Un tren con muchas personas mal humoradas, desganadas, personas aburridas de sus rutinas o de sus propias vidas.
Yo sigo “enchuflado”, por mis audífonos se transmite mi medicina, mi antídoto para evadir todos esos gérmenes patógenos del aburrimiento y la apatía. Mi medicina me cabe en un bolsillo, es una amalgama, una mezcla, una combinación de sonidos de mi patria, de mi campo, de mi tierra, de esa ciudad tan bella que no se me sale del alma.
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